Sin nostalgia. Así habla Mario Yepes ahora, cuando probablemente ha jugado su último partido con la Selección Colombia de fútbol. Fue una historia de más de 100 partidos que terminó en el estadio Arena Castelao de Fortaleza, tal vez la ciudad más cálida de Brasil, la más indicada para decir adiós y eternamente gracias al señor capitán de este barco.Luce una sonrisa amplia, como de papá orgulloso. Porque eso ha sido Mario para cada uno de los que estuvieron en Brasil y también aquellos que hicieron parte del proceso de la clasificación a esta cita. A sus 38 años ha asumido el rol de quien escucha y orienta en las situaciones apremiantes, quien manda y regaña cuando el muchacho quiere equivocar el camino, quien analiza los riesgos y aconseja desde la buena fe, quien motiva cuando sabe que el ánimo está tocando los bordes (el de arriba y el de abajo), quien ejerce en la familia un trabajo que se llama crianza. Así que a papá le ha llegado la hora, a pesar que aún es joven para eso, de soltar la mano del niño y verlo convertirse en adulto.Es probable que no está más en el camerino para resolver personalmente todo lo que hasta aquí ha tenido que resolver para que Colombia haya vuelto a un Mundial después de 16 años y para que haya logrado la clasificación histórica a la fase de cuartos de final. Dejó todo lo que tenía y ahora sólo le queda confiar en que eso sea suficiente base.
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